domingo, 24 de mayo de 2009

El arte de engendrar la poesía

Caracas.- A continuación, una selección de textos de Octavio Paz, en torno a la poesía y la creación poética y un fragmento de su reseña del libro de Alejandro Rossi, Manual del distraído:

El lenguaje. La creación poética se inicia como violencia sobre el lenguaje. El primer acto de esta operación consiste en el desarrollo de las palabras. El poeta las arranca de sus conexiones y menesteres habituales: separados del mundo informe del habla, los vocablos se vuelven únicos, como si acabasen de nacer. El segundo acto es el regreso de la palabra: el poema se convierte en objeto de participación. Dos fuerzas antagónicas habitan el poema: una de elevación o desarraigo, que arranca a la palabra del lenguaje; otra de gravedad, que la hace volver. El poema es creación original y única, pero también es lectura y recitación: participación. El poeta lo crea; el pueblo, al recitarlo, lo recrea. Poeta y lector son dos momentos de una misma realidad. Alternándose de una manera que no es inexacto llamar cíclica, su rotación engendra la chispa: la poesía. (1)

Manual del distraído. Las invenciones, las reflexiones, las divagaciones y los relatos de Rossi expresan su sorpresa ante la naturaleza paradójica de la realidad. Frente a la diversidad de
situaciones, personas y pareceres que nos ofrece este mundo; ¿qué hacer y qué decir? El filósofo Rossi, curado no de la filosofía sino de sus quimeras, no intenta reducir esta abigarrada e inconstante variedad a un sistema o a una teoría. Tampoco pretende describirla, tarea infinita e ingrata: cambios, repeticiones, cacofonías, tedio, pesadilla. Para salir de su predicamento, el filósofo Rossi llama al vagabundo Rossi. ¿Y qué le propone el distraído? Ni un tratado ni un
poema: un manual. Según nuestros diccionarios, un manual es un libro que contiene abreviadas las nociones esenciales de una materia o de un arte. Doble dificultad: la materia de Rossi es la realidad de este mundo inestable e imprevisible; a su vez, el autor del manual es un distraído: ¿cómo puede el distraído redactar ese conjunto de reglas, principios y preceptos que es o debe ser todo manual? (2)

La revelación poética. Como la religión, la poesía parte de la situación humana original _el estar ahí, el sabernos arrojados en ese ahí que es el mundo hostil o indiferente_ y del hecho que la hace
precaria entre todos: su temporalidad, su finitud. Por una vía que, a su manera, es también negativa, el poeta llega al borde del lenguaje.
Y ese borde se llama silencio, página en blanco. Un silencio que es como un lago, una superficie lisa y compacta. Dentro, sumergidas, aguardan las palabras. Y hay que descender, ir al fondo, callar,
esperar. La esterilidad precede a la inspiración, como el vacío a la plenitud. La palabra poética brota tras eras de sequía. Más cualquiera que sea su contenido expreso, su concreta significación, la palabra poética afirma la vida de esta vida. Quiero decir: el acto poético, el poetizar, el decir del poeta independientemente del contenido particular de ese decir es un acto que no constituye originalmente al menos, una interpretación, sino una revelación de nuestra condición.
Hable de esto o de aquello, de Aquiles o de la rosa, del morir o del nacer, del rayo o de la ola, del pecado o de la inocencia, la palabra poética es ritmo, temporalidad manándose y reengendrándose sin cesar.
(...) Como el existir mismo, como la vida que aun en sus momentos de mayor exaltación lleva en sí la imagen de la muerte, el decir poético, chorro de tiempo, es afirmación simultánea de la muerte y la vida. (3)

La inspiración. La creación poética exige un trastorno total de nuestras perspectivas cotidianas; la feliz facilidad de la inspiración brota de un abismo. El decir del poeta se inicia como silencio,
esterilidad y sequía. Es una carencia y una sed, antes de ser una plenitud y un acuerdo; y después, es una carencia aún mayor, pues el poema se desprende del poeta y deja de pertenecerle. Antes y después del poema no hay nada ni nadie en torno; estamos a solas con nosotros; y apenas comenzamos a escribir, ese 'nosotros', ese yo, también desaparece y se hunde. Inclinado sore el papel, el poeta se despeña en sí mismo. Así, la creación poética es irreductible a las ideas de ganancia y pérdida, esfuerzo y premio. Todo es ganancia en la poesía.
Todo es pérdida. Pero la presión de la moralidad burguesa hizo que los poetas afectasen taparse las orejas ante la antigua voz del numen. El mismo Baudelaire insinúa el elogio del trabajo, ¡él, que escribió tanto sobre los páramos de la esterilidad y los paraísos de la pereza!
Mas el desvío de críticos y creadores no cegó el manar de la inspiración. Y la voz poética continuó siendo un desafío y un problema. (4)

(1) El arco y la lira, FCE, 1993. pp 38, 39; (2) Al paso, Seix Barral, 1992. pp 80, 81; (3) El arco y la lira, op cit, pp 147, 148; (4) Id, pp 162, 163


*Fuente: El Universal- 21/04/1998.

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